Reflexiones de la Impro

Llevo unas semanas reflexionando acerca del efecto que tiene la Improvisación Teatral en las personas, en su entorno y en su forma de ver la vida…

Recientemente me han ocurrido varias cosas aparentemente sin relación pero íntimamente conectadas: después de un taller de iniciación a la improvisación, estuvimos hablando (salió de los participantes) de lo importante y lo distinto que es mirarse, realmente escuchar al otro y dejarse sorprender y adaptarse a eso nuevo que viene, decir «sí» en lugar de decir «no» como hacemos muchas veces de forma sistemática. Más tarde tuve un choque filosófico con mi faceta de formador en empresas donde la parte más humana de la Impro y toda esta otra forma de relacionarse con el entorno parece que no tiene cabida pero sería revolucionaria en la forma de entender la empresa hacia dentro, para sus recursos humanos. Y por último un cambio vital en mi forma de estar en el mundo, pasar las mañanas con mis hijos pequeños me hace ir a otro ritmo, a otra velocidad y con otra forma distinta de entender el respeto por el otro, su tiempo y su proceso; por ejemplo, mi hijo puede estar 10 minutos sentado mirando a otros jugar antes de decidir si quiere acercarse o no a ellos y también puede cambiar de opinión en décimas de segundo si un nuevo estímulo le llega, es así de orgánico, de honesto y de adaptable al mundo que le rodea, lo está descubriendo.

Y así quiero ser yo también en mi vida y en mi entorno profesional, en la escena o en el aula, adaptable, flexible, honesto y seguro de lo que quiero en cada momento sin distracciones vanales y absurdas del mundo apresurado en que vivimos.

Es una reflexión que quería dejar plasmada ahora que se acerca el final de la temporada en el teatro y el último trimestre de los cursos de improvisación. Un ciclo avanza hacia su final mientras el siguiente empieza a removerse en la lejanía.

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