Cuando la Improvisación frenó el tiempo

Siempre he vivido preocupado por lo que haría después, por el futuro, por el mañana; me costaba disfrutar de lo que hacía en el momento, aquí y ahora, con la mirada puesta en los planes de otro día.

Hace ya unos cuantos años desperté y descubrí que estaba improvisando, que lo que iba a pasar era desconocido, que era imposible aferrarme a lo que había porque, como dice mi amigo Michael «lo único seguro es el cambio».

Ahora lo pienso y encuentro dos momentos claros de «vive ahora, contempla el momento y deja que el tiempo siga»: uno fue durante un viaje de colegio, el monitor nos preguntó por qué queríamos saber lo que se iba a hacer por la tarde cuando ahora estábamos siguiendo las huellas de un lobo que trataba de cazar otro animal y aquello era apasionante; el otro hace unos días siguiendo el camino de mi hijo al parque, parándonos a ver hormigas, a dar vueltas a una farola, a subir la cuesta de un camino más largo pero nuevo e interesante…

Improvisar es justo eso, abrir los ojos y estar presente en cada momento, disfrutarlo, ser capaz de dar vueltas, seguir unas huellas y decidir qué nuevo camino será el más interesante, porque no tenemos el camino marcado, lo vamos eligiendo a cada paso. Soy improvisador.