Ahí tienes al actor, sudando al terminar la función, temblando indefenso a la espera del reconocimiento del público, la mirada de aprobación de los compañeros, el aplauso lleno de emoción del público, un comentario dándole a entender que asistir a su función mereció la pena. ¿Qué queda del actor sin todo eso? Al acabar la función sólo en el escenario el eco de los personajes se aleja y le deja en la oscuridad, a la espera del próximo encuentro, jugará en su imaginación con todos ellos: el texto, los personajes y el público.