Creo que es importante para el artista la formación reglada y formal, las técnicas, las herramientas y los ejercicios, conocer la historia de su profesión, quienes se atrevieron a hacer lo mismo que tú en el pasado, cómo lo hicieron y cómo les fue; averiguar y explorar todo lo posible hasta el límite de tu curiosidad y más allá. No parar de hacer cursos directa o indirectamente relacionados con tu labor y tu gremio y ser permanentemente esponja.
Y tan importante como esto creo que son todas esas otras cosas que haces que no tienen que ver con la profesión: tareas cotidianas, actividades lúdicas, hacer deporte… ir al supermercado a hacer la compra o quedar con tus amigos para ver una película, todas esas cosas alimentan la parte de tu ser que sigue viviendo, que acoge tu lado artístico y le da un lugar agradable y cálido donde crecer. No sólo se trata de ser lo más feliz posible y disfrutar de la vida cotidiana, es que además pienso que esto tiene grandes beneficios para el alma creativa proporcionando espacios sin necesidad de control ni resultado donde muchas veces encontrarte contigo mismo y quizá con una idea brillante que se te escapaba al mirar fijamente. Es como esa sensación de haber descubierto algo después de un sueño realmente impactante. Buscar donde no estar mirando. Aprender de otros sitios, de todos. Como dice mi amigo Edu escuchar el coacheo de la vida.